Europa, Francia, París

Ruta por París: Parte 1

paris que ver

París siempre es una buena idea. Tiene un atractivo único que engancha. Quizá sea culpa de la cantidad de libros y películas que ponen como escenario idílico las vistas de  la Torre Eiffel desde el campo de Marte o el bohemio Montmartre. Por eso no es de extrañar que millones de personas de todo el planeta pongan la Ciudad de la Luz en su ‘’top ten de ciudades que visitar’’.

Yo sucumbí por última vez a los encantos de la capital francesa en julio de 2015. No pude resistirme cuando mi novio me propuso celebrar nuestro primer aniversario en París.  No se me ocurría un plan más romántico a pesar de que para mí no era la primera vez. De niña ya había visitado la ciudad para ir como muchos niños a Disneyland. Y aunque en esta ocasión no visité el parque de Mickey Mouse, puedo decir que fueron cinco días llenos de magia. ¿Te apetece saber más?

Día 1: Jardines y Notre-Dame

Una de las primeras preguntas que surgen cuando comienzas a organizar un viaje es: ¿Qué visito primero? ¿Empiezo por la Torre Eiffel porque es lo más emblemático? ¿Me decanto por el Louvre por si no me da tiempo a verlo otro día?

Nosotros decidimos ser más prácticos. Tras el traslado en tren desde el aeropuerto de Orly (el billete nos costó 12’5 a cada uno) dejamos las maletas en el hotel y empezamos nuestra aventura parisina  a media mañana en la Plaza de la Bastilla. Sí, es posible que haya lugares de París que te apetezca conocer antes. Pero nuestro hotel se encontraba a escasos metros de esa plaza y resultaba lo más cómodo.

Bastille Square París

Un par de fotos después, bajamos por el Bulevar de Bastilla hasta llegar al puente de Austerlitz. Desde ahí, nos hizo bastante ilusión poder ver (aunque se encuentre algo lejana) la catedral de Notre-Dame. Ya habría tiempo por la tarde de acercarse a contemplarla bien. Ahora tocaba conocer el Jardín des Plantes una especie de jardín botánico que, al contrario de lo que pasa en muchos países, la entrada es gratuita.  En él puedes maravillarte con un centenar de tipos de plantas distintas. Aunque para mi gusto, las flores más espectaculares eran los girasoles, de un tamaño más grande de lo que me imaginaba. Si tienes tiempo y te gustan los animales, sin salir del jardín puedes visitar un pequeño zoo (al contrario que el jardín, para entrar al zoo si es necesario adquirir una entrada)

Si no te apetece, puedes continuar con nuestro itinerario y acompañarnos a la siguiente parada. Tras parar para comer, en unos escasos 15 minutos llegamos a la Sorbona. La Sorbona es una de las universidades más importantes de Francia y, también, una de las más antiguas. Merece la pena acercarse a ver su fachada y, porque no, hacerse con un suvenir en alguno de los puestos callejeros que hay a su alrededor.

Prácticamente al lado se encuentra el Panteón. Aunque nos tocó ver la fachada en obras, visitarlo por dentro merece la pena. Podrás ver las tumbas de personalidades francesas tan conocidas como Víctor Hugo o Marie Curie. Además, si tienes menos de 25 años como nosotros, estás de suerte: podrás acceder al interior de forma completamente gratuita, como en la mayoría de las atracciones turísticas de la ciudad.

Luxemburg Garden, París

Siento especial debilidad por los parques. Por eso continuamos nuestro camino en línea recta hasta llegar al Jardín de Luxemburgo. Este pequeño parque cuenta con un pequeño lago donde vimos que niños y mayores jugaban con barcos. Lo que más me llamó la atención del parque fue la cantidad de sillas que había por todas partes. Los parisinos (y no tan parisinos, nosotros lo hicimos) mueven esas sillas a su antojo para descansar en cualquier parte del parque. Me pareció una idea más práctica que los clásicos bancos.

Las horas pasaron deprisa y ya solo nos quedaba tiempo para conocer una de las atracciones turísticas más conocidas de París: La Catedral de Notre-Dame. Por el camino, a orillas del río Sena, vimos la perdición de muchos viajeros: una calle entera de pequeños puestos donde vendían las clásicas réplicas de la Torre Eiffel. Por supuesto, acabamos picando y nos llevamos una. Nos habían dicho que esa era la zona más económica para comprar un recuerdo de la ciudad y, por lo que pudimos comprobar el resto de días, era cierto.

Notre Dame Cathedral

Si el exterior de Notre-Dame impacta, el interior te deja la boca completamente abierta. No hay excusa para no visitarla por dentro. Como en la mayoría de los edificios religiosos de la capital, la entrada es gratuita para todo el mundo. Y merece la pena pararse a ver como la luz se cuela dentro de la catedral por las vidrieras de colores.

¿Tienes tiempo y te apetece disfrutar más de la catedral? Entonces te recomendamos que subas a sus torres a ver París a vista de pájaro. Para ello tendrás que salir fuera y hacer cola en uno de los laterales de la Iglesia. Nosotros aunque fuimos casi al cierre, apenas tuvimos que hacer cola. Coge aire y prepárate para subir más de 400 peldaños en forma de caracol. Quizás pienses que son muchos, pero cuando llegues arriba y veas todo París a tus pies seguro que el pequeño esfuerzo no te habrá importado. Además, ¡es la única forma de ver de cerca las conocidas gárgolas de la catedral!

Cuando bajamos de las torres ya se había hecho de noche. Era hora de dar el día por finalizado y cenar. Una opción cercana a la catedral es hacer un pequeño picnic a orillas del Sena antes de volver al hotel.

Día 2: Versalles y la joya de París

Recuerdo el inicio de nuestra segunda jornada en la Ciudad de la Luz como una auténtica odisea. Habíamos decidido emplear buena parte de ese día en alejarnos un poco para ir a visitar Versalles. ¿El problema? En verano de 2015 gran parte de la línea de tren que enlaza el centro de París con Versalles se encontraba en obras. Entre perdernos por el metro de París y transbordos, tardamos casi dos horas en hacer un recorrido que, por norma, no dura más de 30 minutos. Pero no te preocupes. Las obras finalizaron ese mismo verano y con la línea C de tren llegarás más rápido que nosotros a la parada Versailles Château. Desde la estación al palacio no hay pérdida. Solo tendrás que seguir a la cantidad de viajeros que como tú habrán escogido ese día para visitar Versalles. Por eso te recomendamos que madrugues y empieces tu visita lo más temprano posible. Nosotros llegamos al palacio justo cuando abrían y aun así nos tocó hacer más de una hora de cola (ten en cuenta que era  fin de semana y verano. Si te decantas por visitar París en otra época del año es posible que no te encuentres tanta afluencia).

Versailles Palace

¿Merece la pena aguantar tanta cola para entrar? Para nosotros sí. No pudimos apreciar bien su fachada (como nos pasó el día anterior en el Panteón, la fachada del Palacio de Versalles también se encontraba en obras). Pero su interior es espectacular.  Te recomiendo que alces la vista y contemples los frescos que hay en los techos. Y también que le dediques un rato a pasear por la Galería de los Espejos (y por qué no, usar alguno para hacerte un selfie. Seguro que si María Antonieta hubiera tenido un Smartphone también habría aprovechado para sacarse mil y una foto).

Tras ver el palacio tienes dos opciones: dar tu visita por Versalles por finalizada o entrar en los jardines. Nosotros nos decantamos por la segunda opción. Para entrar en los jardines deberás pagar entrada, tengas más de veinticinco años o no. Puede parecer extraño pagar por ver un jardín cuando has podido ver el Palacio (si eres menor de 25) de forma gratuita. Pero cuando veas sus fuentes lo comprenderás.  Si tienes suerte podrás verlas en funcionamiento. Su horario depende de la época del año en la que visites los jardines, por ello te recomendamos que lo consultes en su web oficial.

Versailles Fountain

Si la hora de la comida te pilla como a nosotros en los jardines, ¡qué no cunda el pánico! Dentro del propio jardín, encontrarás un pequeño quiosco en el que venden bocadillos entre tres-cuatro euros. Un precio bastante asequible tratándose de la capital francesa.

Saliendo de los jardines se encuentra el Gran Canal, una gran explanada en la cual se sitúa, como su nombre indica un enorme canal. Aunque nosotros no lo hicimos por falta de tiempo, puedes recorrerlo remando en barquita.

¿Piensas que no hay nada más que ver en Versalles? ¡Pues estás equivocado! Tras ver el Gran Canal, fuimos a visitar los dominios de María Antonieta: El Petit  Trianon y el Grand Trianon. Al igual que pasa con el Palacio, la entrada a las estancias de María Antonieta es gratuita para los menores de veinticinco. No obstante si estás cansado o, si simplemente te apetece volver al centro de París, puedes omitir esta visita. Las habitaciones lujosas que se ven dentro del palacio no tienen nada que ver con los dominios de María Antonieta. Además, si tienes que pagar, el precio es bastante elevado para lo que se encuentra dentro del Petit Trianon y el Grand Trianon.

Tras empaparnos todo lo posible de la Francia del siglo XVIII, era hora de volver a París. Versalles es más grande de lo que pensábamos y estábamos agotados. Pero aún quedaba buena parte de la tarde y no íbamos a desaprovecharla. Asique, siendo pragmáticos, aprovechamos que la línea C lleva hasta el Campo de Marte para ver el monumento más importante de París: la Torre Eiffel.

No era la primera vez que la veía en directo. Pero eso no hizo que no experimentara las mismas sensaciones que la anterior vez. Es tan alta que te sobrecoge…y no puedes evitar sentir la necesidad de subir hasta lo más alto para contemplar todo París.

Obviamente llegando a media tarde la cola para subir era infinita. O no tanto. La fila del ascensor y la de la subida a pie son distintas Si quieres subir en ascensor es posible que te toque esperar horas y horas. Pero si no te importa subir andando, ahorrarás mucho tiempo. Nosotros con tal de no hacer una cola tan larga como la que habíamos hecho por la mañana en Versalles nos decantamos por la segunda opción. Además, subir por cuenta propia es más barato: la entrada hasta la segunda planta nos costó solo 4 euros a cada uno.

Subir tantos peldaños puede parecer una paliza. Y más después de la experiencia del día anterior subiendo las torres de Notre-Dame. Pero lo cierto es que, aunque la diferencia de escalones es considerable, la subida a la Torre Eiffel se nos hizo más amena. Puede que sea porque, a cada tramo de escaleras que subes, las vistas son mejores. O porque simplemente es la Torre Eiffel y es una experiencia única que no se vive todos los días.

La cuestión es que llegamos a la primera planta sin apenas darnos cuenta. La recorrimos entera, fijándonos en cada detalle parisino que se ve desde allí. Desde esa planta acababan de instalar recientemente una parte de cristal completamente transparente desde el cual parece que estás flotando en el aire. Aviso, ¡no es apto para la gente que tiene vértigo!

Tour Eiffel Views

En la misma planta y también en la superior si vas en pareja no puedes perderte los pequeños círculos rosas llamados Place to Kiss . ¿Se te ocurre algo más romántico que darte un beso en el monumento más emblemático de la Ciudad del Amor? Y, por supuesto, si te entra hambre, dentro de la torre encuentras varias cafeterías en las que puedes picar algo. Eso sí, ten en cuenta que te dejarás un buen pico. Si vas con un presupuesto low-cost, por mucho que la perspectiva de cenar en la Torre Eiffel sea muy de película romántica te recomendamos esperar a que termines de visitar la torre y bajes abajo.

Al menos es lo que decidimos hacer nosotros. (Nota: aunque tengas entrada de a pie, la bajada sí la puedes hacer en ascensor). Cerca de la Torre Eiffel, en el Trocadero, encontrarás un par de puestos callejeros donde hacen buenos crepes a precios mucho más asequibles que dentro de la Torre Eiffel. Quizás no veas todo París mientras cena, pero te podemos prometer que cenar viendo la Torre Eiffel frente a ti mientras se está haciendo de noche es también una vista única.

Después de la cena no te olvides de ver bien el Trocadero y sacarte alguna foto con la Torre Eiffel de fondo. La perspectiva desde allí es más bonita que desde el Campo de Marte. Puede que este último sea más conocido, pero lo cierto es que de cerca decepciona bastante. Básicamente es una explanada de césped mal cuidado donde se agolpan multitud de parejas a beber vino. Pero si esa opción te atrae más, ¡para gustos los colores!

Eiffel Tower París

Antes de volver al hotel no puedes perderte la iluminación de la Torre Eiffel. Aunque durante toda la noche la Torre Eiffel está iluminada, cada hora se llena de pequeñas lucecitas blancas. Te recomendamos que tengas la cámara a mano y captures el momento.

Aún queda mucho París que compartir contigo. ¡Lee nuestros últimos días en París en la siguiente entrada!

Deja un comentario